domingo, 30 de diciembre de 2012

"Porque amar era una posición ideológica"



En aquel entonces, la política entraba en todos los aspectos de la vida, incluyendo en las parejas. Yo tenía romances informales, estilo pareja abierta. Hablábamos más de política que de amor. Fulano está en pareja con fulana, se decía, pero cada uno vivía en su casa y nos encontrábamos en casas prestadas ara dormir juntos y pasar un fin de semana. Siempre ahbía una casa disponible. También nos escapábamos mucho a San Martín de los Antes. El plan turístico terminaba siendo el encierro en un hotelito. Cuando la relación se asentaba, al gacerse reconocida, la compañera pedía un cierto respeto. Y el compañero debía comprender que s no era respetuoso con la mujer, no podía seguir transitando ese camino. En ese momento, si se produjo un respeto por la mujer también fue porque la muejr buscó en la militancia un plano de igualdad. No había distinción de sexos para las responsabilidades. Esa situación desconcertaba al enemigo. Cuando las primeras compañeras asaltaban un banco, los policías no se esperaban que las mujeres fueran de armas tomar. Y menos andar tiroteándose con ellas. Se alteraba el concepto de belleza de la burguesía. Pero también a nosotros, los compañeros, nos desconcertaba este cambio. Empezamos por encontrarle un beneficio a la relación de igualdad. Porque en todas nuestras relaciones lo que primaba era una búsqueda de afecto. Discutíamos una frase del Mayo Francés: “Cuanto más hago la revolución, más hago el amor. Cuanto más hago el amor, más hago la revolución”. Qué pasaba con esa consigna. La práctica militante, la práctica política estaba cargada de un erotismo que se oponía a la pornografía, opuesto también al oscurantismo. Nos sal+íamos de  la versión tanguera del amor. No sé si se salió a fondo, porque después se demostró que esto era irreversible. Pero después nos parecía que estábamos saliendo, y la palabra “compañera” era una palabra fuerte. Cuando uno se metía en la vida de otro, cuando uno veía que un compañero producía algún daño en la relación afectiva, era profundamente cuestionado. El daño que producía tomaba estado público. Si con tu pareja te agotaste, decíselo. Por qué no cortás. Porque mientras el otro tiene ilusiones, va a sufrir. Y si vos estás convencido de que no va más, planteaseló.
Me acuerdo lo que criticamos a un compañero que le había dejado una marca en el cuello a una compañera. Más que como compañera la trataba como el estanciero trata a una vaca. “¿Por qué le marcás el cuerpo?”, lo cuestionamos. “¿Le preguntaste si quería?”. También: “¿Y si ella no quiere, por qué tiene que ostentar la marca tuya?” Había una yerra en eso.
Se trataba de un aprendizaje en relación al otro. Se disfrutaba mucho, pero también se sufría. Aunque sabíamos que no existe la completud ideal, la buscábamos. Pasábamos por frustraciones, estados dolorosos. Lo valioso fue que se buscó el respeto y en producir el menor daño en una relación amorosa. Porque daño siempre hubo, hay y habrá, pero puede ser siempre menor. Lo que intentamos cambiar fue el concepto de amor y hacerlo más amplio: amor era tener parte en la militancia, amor a un pueblo. Amar a una persona del sexo opuesto era bastante más que desearla.
Lo que yo venía haciendo era “usar” el cuerpo de la mujer. Hasta que descubrí las potencialidades del cuerpo, descubrí el erotismo en armonía con los sentimientos políticos, porque amar era una posición ideológica.
Al recuperar la relación con el cuerpo, encontré ahí algo que me serviría al caer en cana. Escuchando  el cuerpo, este cuerpo que me tocó en la repartija, que es único. Y no tiene recambio. Tengo que cuidarlo porque es el soporte de mi inteligencia y el soporte de mi placer. Yo lo tengo que cuidar. De la importancia del cuerpo me acordaría durante la tortura. Cuando después de torturarme, me llevaron la primera noche a la cárcel, me acosté todo dolorido. En la celda había un colchón y un trapo, una especie de manta. Al acostarme pensé: “Hasta ahora aguantó. Pero, ¿cuánto más va a aguantar? Yo dependo de este cuerpo”.

Orlando "Nano" Balbo