El
humo se desvaneció en la habitación y el cigarrillo de Amanda se encendió con
otra pitada. Inclinó su cuerpo contra el respaldo de la cama y miró fijamente
hacia adelante mientras fumaba. Simón le apoyó la cabeza sobre su torso
desnudo. El pelo morocho le caía hasta la cintura, y él se divertía enroscando
y desenroscando sus dedos con las puntas florecidas que estaban como azotándole
el cuello. No se oía más que el cigarrillo contra el cenicero y el pelo en los
dedos.
-
¿Por qué? -pudo al fin decir Amanda.
-
¿Por qué qué?
-
Por qué todo -Amanda dejó salir el humo por la nariz, le clavó la mirada y supo
que a Simón le pesaba. Él se incorporó, la agarró de la cara, le hundió las
manos en el pelo, la miró profundamente en los ojos.
-
¿Cada vez que estamos juntos te vas a preguntar lo mismo?
-
No, no te preocupes que cuando estoy sola también me lo pregunto -respondió
burlonamente Amanda, sonrisa cálida de por medio. Simón la besó, sus manos ya
estaban perdidas en esa maraña de pelos, la besó otra vez, y otra, besos cortos
y precisos, y entre tanto sonrisa cálida.
-
Sonsa...
Amanda
callaba. Miraba hacia otro lado, fumaba, sentía una boca húmeda en el cuello,
se hacía la indiferente, apagaba el cigarrillo, se incorporaba, se sentaba en
la cama, sentía una mano en su panza, una mano que la tiraba hacia el centro de
la cama, hacía fuerza para adelante, se levantaba de la cama, decía dejame, se
acercaba a la computadora, quería poner música, ponía Los Piojos, volvía a la
cama, se sentaba, se acostaba, se tiraba sobre Simón, decía yo no te quiero
nada a vos, escuchaba yo a vos tampoco, qué bueno que nos sinceremos, lo
besaba, sentía una mano recorriendo sus muslos, lo soltaba brutamente, te dije
que no te quería, yo también te dije que no te quería, sonsa, sentía un beso en
la mejilla, otro más, ahora bajando, en el cuello, en un hombro, en la espalda,
en la nuca, en el cuello, en la boca, se reía, no me digas más sonsa, volvía a
acostarse, ahora boca abajo, y en serio no te quiero nada.
-
Tus labios de seda, son la luz de mi condena -cantaba Simón mientras miraba
para adelante, como si no le importaran las palabras, ni los besos, ni nada-...
¿Ya no te gusta que te cante, negra?
-
No, porque cantás mentiras -respondió Amanda desde abajo de la sábana.
-
¿Mentiras...? ¿Qué querés decir?
-
Ya te conozco -se incorporó sosteniéndose con sus manos hundidas en el colchón
y sus brazos extendidos-, ahora empezás diciendo no sé qué de mis labios,
después vas a seguir con cuánto tiempo más tendremos que esperar, y después sos
la llave hacia otro lado, y así todo el tiempo. Pero en realidad no sentís nada
de eso.
-
¿Y vos qué sabés que siento yo? -la miró desafiante.
-
Ay por favor, Simón. Si sintieras todo eso las cosas hoy serían distintas.
-
¿Y cómo serían, a ver? -truco-. ¿Cómo te gustaría que fueran las cosas? -cantó
el re-. Explicame porque ya no lo entiendo... -vale cuatro.
-
No sé -dijo enojada, no sabía bien con quién-. Por lo pronto no estaríamos
teniendo esta discusión -añadió siendo esto lo único que le ocurrió, no podía
decir qué era lo que en realidad quería.
-
Esta discusión la empezaste vos, te recuerdo...
-
Claro, ahora estamos entrando en la etapa en la que la culpa de todo es mía,
¿no? -interrumpió irónica-. Pero si te conozco de manual a vos... "Todas
las discusiones las empezás vos, ¿no te das cuenta?", "Pero si
estamos bien nosotros, ¿qué más querés...?", "Ah, así que querés que
te escuche, ¿qué más? ¿que te quiera, decís...? ¿Y eso cómo se hace?"...
-
Mirá, Am -interrumpió indignado-. Yo te quiero, ¿sí? Primero, antes que nada
-se detenía, no sabía muy bien cómo hablar-. Que quede claro eso, que te quiero
mucho, que sos importante para mí -miraba para otro lado, de nuevo a los ojos,
de nuevo se perdía-. Y la paso muy bien con vos, ¿vos no la pasás bien
conmigo...? -silencio-. ¿Eh...? Contestame, sonsa...
-
Te dije que no me dijeras más así.
-
Bueno, tonta, bobita, linda, loca linda, ¿cómo querés que te diga?
-
Amanda.
-
Bueno, okey, Amanda. ¿Vos no la pasás bien conmigo?
-
Qué se yo, pero eso qué tiene que ver... No me mezcles las cosas, no me
confundas.
-
No te confundo, Am... Pero es que no nos entendemos. Hay como una barrera en
nuestra comunicación. Yo no sé muy bien qué es lo que vos esperás de mí, y vos
no sabés cuánto te valoro yo...
-
¿No sabés qué espero de vos?
-
O sí lo sé, pero no entiendo muy bien cómo se hace...
-
O no querés saber nada.
Simón
no supo decir nada. Un silencio se produjo después de tantas palabras tiradas
al techo como si nada, casi sin pensar en lo que se decía, en cómo se decía,
casi sin pensar en nada. De fondo sonaba la voz de Ciro, Vine hasta aquí / para
poder abrazarte y sentí / que ya tus brazos se niegan a ir / hacia los míos
lentos.
-
No sé para qué vine -dijo Amanda.
-
Viniste para estar conmigo, para que estemos juntos, ahora de repente no digas
que no la pasamos bien, negra.
-
Sí, pero creo que ya me quiero ir.
Simón
suspiró y hundió su cuerpo cansado en los almohadones. Amanda se vestía sentada
en los pies de la cama. Voy a mentir / cuando les diga que ya superé / que
nunca hubo dolor en mi piel / que nada tuyo existe, nena, no. Silbaba,
tarareaba y entre tanto largaba una palabra. No se volteaba para mirarlo, le
daba la espalda mientras se subía drásticamente el jean, y se volvió a sentar.
De pronto tuvo la cara de Simón en sus rodillas, le dijo: "No te vayas,
linda, hablemos", no sabía cómo había hecho para moverse tan rápido, pero
no, no quiero hablar más, me cansa hablar, pero esuchame, son... escuchame,
negrita, escuchame, si no tenés nada para decir, qué hablas, me vas a decir las
mismas cosas de siempre, y lo que más me molesta no es que me digas siempre las
mismas cosas, lo que me molesta es que es lo mismo que le decís a todas, uy ya
empezás a decir pelotudeces Amanda, qué pelotudeces gil, dejame pasar que me
quiero ir, vení acá, hablemos, no, primero pensá y después hablamos porque si
no terminamos en lo mismo boludo, me voy, en serio, me voy, no, no Simón, no
empecés, ya sabés que me da cosquillas eso, no, no, dale, me voy, no, basta, en
serio, en serio, ay, no, así no, pará, me estaba yendo yo, no, no me voy a
quedar una mierda, qué hacés, ¿otra vez?, no, éste es el corpiño difícil, te
ayudo, qué bobo que sos eh, no me gusta que me digas sonsa, no sé, me parece
que me subestimás, yo no me lo merezo y lo sabés, no, tierno no es, y en
realidad yo no me merezco nada de esto, basta con las cosquillas, te estoy
hablando, ¿me estás desnudando para que salga así a la calle?, porque mirá que
ya me voy, sí, me voy, y la gente me va a gritar cosas por la calle, ¿qué?, ¿a
dormir?, estás loco vos, estás totalmente loco, loco lindo, tan lindo, estás re
loco chabón, salí, loco, bueno, está bien, bueno, me quedo.
Siempre
cambiante, pero siempre igual / Solita, hermosa y distante...
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