lunes, 1 de noviembre de 2010

Candombe, murga y batucada

El sumiso tún tún los aplasta y los reprime. Son esclavos de la música que otros tocan, de aquel bombo opresor que condenándolos les marca los cortos y precisos pasos. Con la cabeza gacha, pero sin nunca dejar de moverse, deshacen sus cuerpos entre desgano y esperanza, ansiando alguna melodía de sueños y porvenir. Sus brazos terminan en un final negro y blanco que esboza los primeros compases de rebelión. Y entonces el platillo y entonces la liberación. Se rompen sus podridas cadenas, revolean sus piernas y sus pies sienten que tocan el cielo. Sus miradas terminan en sus manos, y con una sonrisa en el corazón escuchan gritos de rebeldía e ilusión. Aquellas voces que tan distintas se oyen, tan unidas se sienten entonando la misma canción, aquellas todas se funden en un coro iluminado. El impulso del canto acaba en los pies de estos bailarines que, al compás de la música, se contagian unos a otros, lanzando una carcajada de revolución.

1 comentario:

Camila . dijo...

la música que llena el alma.
que lindo escribís, pau.
cami.