martes, 4 de enero de 2011

Dos niños

Fuimos una niña y un niño que se encontraron un día en la plaza. Y vos me prestaste tu rastrillo para que yo pudiera armar mi castillito, porque te gustaba. Y yo te convidé de mis galletitas, y cuando llegó la última te dejé la tapa con crema y me comí la otra, porque me gustabas. Nos gustamos y nos fuimos a caminar de la mano, y caminamos, caminamos compañerito de parque. Me invitaste a sentarme en un banco y a que me sentara al lado tuyo. Y nos miramos y me diste un piquito, que me gustó. Y entonces empezamos a amarnos. Nos amamos ingenuamente (pero nos amamos), nos deseamos infantilmente (con piquitos nos conformábamos), nos bastaron las curitas de Looney Toones para curar heridas (las pocas que teníamos). Jugábamos en la plaza, pero jugábamos a la mamá y al papá, soñábamos que éramos grandes y que teníamos nuestra propia casa, nuestro propio trabajo, nuestros hijos, nuestro perro; jugamos como niños. Y nos quedamos quién sabe cuántos días -no sabemos contar hasta tanto- en esa plaza que era nuestro lugar, nos perdimos la chocolatada de mamá, nos perdimos de jugar con nuestros otros amiguitos, de ir a hamacarnos solos nos perdimos... ¡pero es que estábamos tan enamorados! Nos alcanzaba con nuestros crayones y nuestros cuadernos, nos regalábamos dibujos y cartitas que sólo decían nuestros nombres, para nosotros eso era el color de la vida.

Un día nos sentamos a jugar al juego de la Oca. Yo caí en el número 15 y perdí un turno. Pero, vaya casualidad, en la siguiente vuelta caíste vos también. Y ambos perdimos el turno. Entonces ya no jugamos más, no nos dibujamos más, no me prestaste más tus juguetes, quizás sólo te fuiste a tomar la leche con tu mamá, pero te fuiste. Y yo me quedé sola en la plaza, en ese pequeño mundo que habíamos inventado para nosotros, donde estaba nuestra arena, donde estaba nuestro sol. En nuestra casa de muñecas me quedé, entre nuestros autitos y peluches me quedé.

Igual ahora estamos jugando a las escondidas, ¿no? Ahora yo te tengo que buscar, te tengo que encontrar, te tengo que ir a picar. Y tengo que salir de la casa, porque bien sabemos que no vale perrito guardián. Tengo que salir a caminar y buscarte, pero sé que te voy a encontrar. Y vos vas a salir de tu escondite (de paso, ¡qué buen escondite te fabricaste, que me costó tanto descubrirlo!), vas a salir y me vas a volver a buscar, te vas a enojar un poco porque te voy a haber encontrado pero lo mismo te vas a reír, con esos dientes de leche te vas a reír, a carcajadas te vas a reír y me vas a contagiar con tu risa, me vas a venir a buscar y nos vamos a abrazar y un piquito quizás te voy a dar. Y entonces vamos a volver a jugar a ese juego de la Oca que quedó inconcluso, porque perdimos un turno nada más, che. Y entonces vamos a caer ambos en el número 33, y el número 33 indica que tenemos que volver a empezar, y dá bronca tener que volver a empezar porque ya habíamos llegado al casillero ¡33! (ese número es muy grande, ¿no?), pero habrá que volver a empezar desde el principio. Pero todo eso va a pasar, ¿no?, porque a fin de cuentas ahora estamos jugando a las escondidas porque vos te encaprichaste nomás, pero ya vamos a volver a terminar el juego de la Oca que empezamos. Mi mamá dice que cuando uno saca un juguete después lo tiene que guardar, y eso es cierto, porque ahora están todas las fichitas tiradas por el pasto del parque, todo desordenado y eso no está bien... ¡mirá si se me pierde una fichita! A vos no te importa, claro, pero a mí sí, porque es mío el juego de la Oca que te presté para que jugáramos un rato juntos. No podemos dejar las fichitas tiradas por ahí, ¡tenemos que seguir jugando! Y quién te dice, en una de esas, ahora que nos toca empezar desde la Salida, podamos dejar de ser una niña y un niño que juegan a ser grandes.

De lejos te veo llorar, ¿por qué llorás? ¿Te lastimaste? ¿Te lastimé...? ¿Perdiste el soldadito que te había regalado tu papá? ¿Llorás porque me perdiste? Fijate bien, ¡estoy acá! ¡Te estoy buscando! ¡Te estoy esperando! ¿Llorás porque te encontré y vos te querías esconder para siempre? Pero los juegos nunca duran para siempre... ¿Llorás porque no es para siempre? Cuando seamos grandes también vamos a poder jugar, ¿eh? Te lo prometo. Pero decime, compañerito de plaza, ¿por qué es que llorás?

2 comentarios:

candombe dijo...

ay! yo era bigfan del tuyo en secreto
jajajaj
un besito paulette

Maga dijo...

jaja! no más secretos!